Dos mil ochocientos


Es el precio de algo que no tiene precio. El derecho a manifestarse, a expresarse libremente, no es un derecho que goce en la historia de pocas presiones. Algunos dieron su vida, sufrieron cárcel y la más dura de las represiones por ejercerlo. Actualmente creemos que nuestros derechos están asegurados pero cada vez hay más voces que alertan sobre el quebrantamiento de los Derechos Humanos y de los Derechos que nuestra Carta Magna nos ha reconocido y que tenemos la obligación de defender.
El 14 de noviembre de 2012 es para la Logroño y los movimientos sociales de la ciudad uno de los días más negros dentro del periodo democrático. Esa mañana en la Asamblea de Estudiantes nos preparábamos para una manifestación estudiantil que se avecinaba histórica. No estábamos equivocados,  4000 estudiantes inundaron las principales calles de la capital. Sin ningún incidente pese a las constantes provocaciones de las fuerzas de seguridad del Estado. En una manifestación unitaria, un cortejo de policías nacionales nos escoltó durante todo el recorrido. La policía se colocó tras la pancarta durante la lectura del manifiesto como una nueva marea ciudadana pero sin la intención de protestar. La manifestación estudiantil había sido un éxito, sin incidentes y multitudinaria.

Por la tarde el sino tornó el camino y la manifestación convocada y secundada por sindicatos, movimientos sociales y partidos políticos no tuvo un final digno y a la altura de la movilización realizada. Mientras escuchaba el final del manifiesto de los sindicatos en la concha del espolón, me avisaron de que frente al palacete de Gobierno se estaban produciendo cargas policiales y detenciones. Quizás mi instinto o mis ansias por saber, por informar, por replicar, me llevaron a sacar el móvil y comenzar a grabar. En ese instante era uno de las decenas de improvisados reporteros que recogían el momento. Quería grabarlo todo y así lo hice, unas 5 cargas policiales. El palacete se convirtió en un improvisado refugio con policías armados disparando pelotas de goma en la vanguardia y una fila de furgones policiales de parapeto. La gente corría despavorida, de todas las edades, tropiezos, zapatos perdidos, moratones, dolor y mucha rabia. Miles de personas que al terminar la manifestación vieron y sufrieron la brutalidad y agresividad de las fuerzas represoras dirigidas por el Delegado de Gobierno, Alberto Bretón.  Llegó un punto en el que marché para casa con el temor y la impresión de haber dejado en ese lugar una zona de batalla, un espacio paralelo sin derechos, sin sitio sin cordura, una zona del reinado de las bestias con la imposición de la fuerza.

Dos meses después del 14N recibo una carta de Delegación de Gobierno en la que se me comunica que he sido amonestado con una sanción administrativa de 2800 euros por agredir a ocho policías usando piedras, botellas, mecheros y armas arrojadizas, proferir insultos, romper las lunas de dos furgones policiales y quemar un contenedor. No hay presunción de inocencia que valga. No me puedo doblegar a la mentira, a la falsa acusación, a la vil maniobra de represión, a la infamia y el insulto a mi dignidad como persona. No hay en lo que se me acusa ni un ápice del reflejo fiel a la realidad. Ya no es que sea todo mentira, es que mienten, prevarican, injurian y deshonran. Desde que participo en diversos movimientos sociales de forma activa he sufrido las constates identificaciones policiales y hasta recibido un aviso preventivo desde Delegación. Además a la Asamblea de Estudiantes se le dificulta en cada permiso para manifestación el uso de los lugares que se solicitan ya sea impidiéndolo o limitándolo. No soy yo solo, no es solo un colectivo, son dos compañeros de lucha a los que les piden 6 y 7 años de cárcel, y 7 multas más con la misma falsa acusación a personas que participan en diferentes organizaciones sociales. Son multas por exigir “Gastos militares para escuelas y hospitales”, son multas por rechazar el funeral a un ministro de Franco. A la par que la represión se hace más férrea se crea la Plataforma Stop Represión, se informa, se elabora un dossier, se realizan charlas y debates, manifestaciones y acciones de visibilización.

Siento que me han quitado la palabra, que asfixian mi libertad, que intentan coartar mis derechos, que pretenden asustarme, que quieren reprimirme. No soy culpable salvo de defender lo de todos y todas como lo hacemos muchas personas diariamente, en una lucha que agota pero satisface. Todas las que salimos a la calle a ejercer el derecho de expresión y manifestación podemos considerarnos dignificados. Frente al no vale para nada, frente a la resignación, frente al efecto de la represión está la movilización ciudadana. Ahora cada vez que salgo a manifestarme pienso que estoy cumpliendo con mi conciencia y que con eso me basta. 

Algo estamos haciendo bien pues quien no se mueve no siente las cadenas.

José Urbaneja Colás. Miembro de la Asamblea de Estudiantes de Logroño.